Caminamos ingenuamente de la rústica posada donde nos alojamos rumbo al centro por las calles coloniales de esta querida Oaxaca, ciudad de tantas visitas anteriores, ciudad de hospitalidad y resistencia, de orgullo y amabilidad, de un pueblo sereno, profundo, abierto y al mismo tiempo impenetrable; ciudad de arquitectura espléndida y de sincretismo barroco, de música y poesía.
Pero digo que ingenuamente caminamos porque, aunque Hermann ya nos había contado, con exaltada elocuencia, lo que los maestros y la sociedad oaxaqueña está haciendo aquí, lo extraordinario de todo esto de alguna manera no registró, las palabras se quedan atrapadas en los vericuetos de la abstracción y de alguna manera no penetran la coraza de la realidad. Pero entonces llegamos a las barricadas, frágiles barreras de lámina y, en algunos lugares, nada más que simbólicas, cordones que ninguna resistencia podrían oponer a una invasión policial. Pero transponer el umbral es como entrar (o por lo menos así lo fue para nosotros) en una especie de territorio liberado oaxaqueño, donde expresiones de repudio al sistema político y de conciencia social, ausentes en el resto del territorio mexicano, florecen en el arte, en los murales, en las pancartas y lonas, en los videos y la música que venden los ambulantes, en las conversaciones de los miles de profesores y miembros de la sociedad civil que se han instalado en el zócalo y en las calles aledañas... Anarquistas, marxistas, zapatistas, sindicalistas, ONGeros, maestros y maestras, amas de casa, trabajadores, vendedores ambulantes, etc., ocupan el centro con un ambiente festivo donde la palabra fluye, donde la censura existe apenas en la forma agazapada de los policías clandestinos, los orejas, los mirones que por ahí andan infiltrados y que todos reconocen.
En los siguientes días platicamos con maestr@s, activistas, académic@s y demás. Escuchamos las historias de la represión del 14 de junio, cuando, a las 4 de la mañana, 2000 a 2500 policías invadieron el centro de la ciudad en un operativo violento diseñado no sólo para desalojar el centro, sino para instigar el miedo, muy al estilo de Atenco, aunque ciertamente de proporciones más limitadas (seguramente debido a la ausencia de la policía federal). Uno de los primeros blancos de la represión fue Radio Plantón. Les cayeron pesado a los compas, lo que no destruyeron se lo robaron, y se llevaron presos a tres de ellos, con sus buenos macanazos. A los miles de personas que estaban en el plantón los dispersaron a base de golpes, humillaciones y gases lacrimógenos. Nos cuentan del aborto de una maestra embarazada, y de la muerte de por lo menos un niño, aunque los testimonios de muerte son ambiguous y nadie sabe exactamente si los hubo.
Fuimos a Radio Plantón con la intención de entrevistarlos; pero nos voltearon la cosa y termiaron entrevistándonos a nosotros, en un programa en vivo de una hora, en la cual fluyó el intercambio entre Radio Zapatista y Radio Plantón. Dos días después estuvimos también en un programa de Radio Plantón con los compas de Banda Ancha, un programa de la banda de la UniTierra, irreverentes y desmadrosos... geniales.
Escuchen el programa de Radio Plantón y Radio Zapatista.
Thursday, July 13, 2006
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