Voy a dividir las entradas sobre el D.F. en varias partes, para no agobiar a nuestros humildes lectores. Aquí va la parte más turística, digamos.
A estas alturas llevamos más o menos una semana y media en el D.F. La ciudad sigue igual, enorme, agobiante, llena de movida, divertidísima. Sin embargo, la entrada a la ciudad no fue tan espectacular como me la imaginaba, como nada más llegamos a Ciudad Satélite, en el Estado de México al norte del propio defectuoso. Lejos de todo. Demasiado lejos. Así que nos mudamos después de varios días más para el centro, en la colonia Roma. A partir de allí, cambiando frecuentemente de casa por factores externos (como por ejemplo el hecho de que venció el alquiler de una amiga en donde nos quedabamos), un desmadre con todas las cosas de la moto...
... y la moto. Ésta es otra historia. Resulta que el ventilador que compramos en Tucson ya hace casi un mes no resolvió el problema. Ahora hasta el motor de ventilador tenemos que cambiarlo. Entregamos la moto al mecánico hace una semana, y por lo visto está lista para recoger hoy.
Hemos conocido a un montón de gente super buena onda, igual que el resto del viaje pero como todo el mundo que habíamos conocido venía para acá de todos modos, es hasta más chido el ambiente ahora. El D.F., sobre todo ahora con la Otra en plena marcha, ha servido como una especie de imán que atrae a toda la gente chida metida en la misma onda. Incluso la gente que conocíamos en el “otro lado” ha venido. Por ejemplo, los últimos días hemos estado quedando en el departamento de un amigo que conocimos en Arizona durante la caminata, buenísima onda.
También, viejos amigos. No toda la banda junaxera pudo venir, pero por lo menos algunas personas: Ion, Moni, Ceci, Vanessa, y yo pudimos vernos y tomar unas chelas. Sin berenjenas, pero ni modo. Y la mamá de Alejandro ha venido a visitar, y para él ha sido muy bueno verla.
Total que el regreso al monstruo ha sido genial.
Thursday, July 06, 2006
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