por Alejandro Reyes
Agua Prieta, Sonora, es una pequeña ciudad fronteriza que, según nos dicen, vive sobre todo del negocio de la inmigración. Aquí llegamos en el calor del medio día y fuimos recibidos por Sergio, quien nos llevó al CRREDA, Centro de Recuperación y Rehabilitación de Enfermos de Drogadicción y Alcoholismo. Los directores del centro y los funcionarios son todos narcodependientes en recuperación. En una pequeña oficina, hablamos con Sergio y, después, con Raúl, el director de la pequeña institución. Como en otros centros similares que he visitado, hay una conciencia de que la recuperación es una suerte de renacimiento y, con él, la llegada de una nueva forma de ver el mundo, más aguda, quizás más sensible. Lo que distingue a este centro, sin embargo, es el trabajo que hacen de ayuda y rescate de migrantes en el desierto de Sonora. Sergio, uno de los principales colaboradores de ese trabajo, fue pollero durante 20 años y, durante todo ese tiempo, era narcodependiente. Hoy utiliza su conocimiento no sólo del desierto sino de las vicisitudes del tráfico humano en la frontera para ayudar a otros migrantes. El centro lleva dos años estableciendo campamentos en el desierto para dar buscar personas perdidas que, con frecuencia, son abandonados por los coyotes. También colocan tanques de agua en lugares estratégicos, y tratan de prevenir a los migrantes de posibles peligros, como la presencia de minutemen, los cazamigrantes que patrullan la frontera.
Lo que más llama la atención es que, en el contexto de una situación en la que los gobiernos no sólo no proveen soluciones para la gente, sino que la conducen más y más a la marginación y a la muerte, sean justamente los más marginados, la "escoria de la sociedad", como dice el propio Sergio, los que lleven a cabo ese trabajo fuera de los paradigmas tanto del gobierno como del capital.
Wednesday, June 07, 2006
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