Saturday, October 28, 2006

La conquista sigue... y la resistencia

La continuación de la conquista
Alejandro Reyes

Parece difícil, hoy, imaginar la desesperación que habría llevado a pueblos enteros al suicidio colectivo durante las primeras décadas de la colonia. ¿Cómo entender, desde la perspectiva de la individualidad mestiza, la decisión colectiva de morir, de dejar de ser, ante la violencia implacable de una conquista que destruía las vidas, las costumbres, la dignidad, las formas de supervivencia y el universo entero de los pueblos indios de México? A mediados del siglo XVI, el oidor Alonso de Zorita contaba con espanto, en su Breve relación de la Nueva España, la historia de los pueblos mixes y chontales en las sierras de Oaxaca, quienes decidían dejar de procrear para así desaparecer con dignidad de un mundo en el cual ya no cabían.
Historias de un distante pasado oscuro colonial, de una conquista brutal y genocida que cinco siglos de historia, una lucha de independencia y una revolución supuestamente han superado. Pero no.

En el desierto de Baja California Norte, en pleno siglo XXI, escuchamos la historia de los últimos indígenas kiliwa del planeta, que decidieron, como sus hermanos mixes y chontales hace cinco siglos, morir con dignidad antes de ser devorados por la maquinaria de una nueva forma de conquista. Son sólo 54 miembros de la tribu, y de ellos sólo cinco hablan la casi extinta lengua. Durante años han luchado por preservar sus tierras y su forma de subsistencia. Las palabras del líder kiliwa Elías Espinoza reiteran lo que la Otra Campaña ha escuchado una y otra vez durante su recorrido por el país. Los cambios a la constitución y la institución del Procede, que permiten que las tierras comunitarias (ejidos) se dividan y se vendan, hacen que los indios pierdan más y más sus tierras, que las presiones de los capitalistas enfrenten a los indígenas entre sí, que se vayan perdiendo las formas de subsistencia. Con escasez de tierras, sin trabajo, sin servicios —no hay escuelas, centros de salud, electricidad—, más y más indígenas dejan su lugar de origen en busca de otra vida. Para los kiliwa, esto significa la muerte. Ante esto, las mujeres de la comunidad decidieron dejar de procrear, un suicidio colectivo para evitar que sus hijos vivieran una mucho más terrible muerte espiritual.

Escuchamos la historia de los kiliwas en una comunidad cucapá, cerca de Mexicali, adonde llegó el Delegado Zero y la karavana de la Otra Campaña este 22 de octubre. Los cucapá también están en proceso de extinción. Sobreviven sólo tres comunidades —una en Sonora y otra en Arizona, además de la que visitamos—, con un total de menos de 300 miembros. La comunidad vive de la pesca, pero en 1993 las aguas donde pescan se convirtieron en reserva ecológica. La pesca de la curvina, su principal medio de subsistencia y práctica milenaria, ahora está prohibida. Y nuevamente, la prohibición es una sentencia de muerte. A partir del 2000, y sobre todo recientemente, la protección de las aguas se ha vuelto más agresiva. Soldados armados patrullan la región, confiscando la pesca y destruyendo los barcos.

¿Cómo mantenerse impávido ante la extinción de los pueblos indios, y más, ante su suicidio colectivo? ¿Cómo no ver con horror lo que la brutalidad de este sistema hace con miles de pueblos hermanos? ¿Cómo explicar la insensibilidad de buena parte de la población, que ni siquiera ve a su propia gente? Al servicio de intereses económicos y políticos, los medios masivos de comunicación nada dicen, y la opinión pública se hace la desentendida.

Pero la Otra Campaña lucha desde abajo teniendo como única arma la solidaridad y la creatividad de aquellos que se rehúsan a mantener ojos y oídos cómodamente cerrados. Después de una consulta con líderes del pueblo, el Delegado Zero anunció que durante la próxima temporada de pesca, de finales de febrero a finales de mayo, un campamento zapatista se establecería en la comunidad cucapá, y pidió la presencia y el apoyo a miembros de la Otra Campaña en ambos lados de la frontera. Y la organización ya comenzó: en reuniones en Tijuana, Mexicali, San Diego, Los Angeles, Oakland y otros lados, adherentes a la Otra Campaña ya empezaron a planear el campamento. La violencia y el brutal despojo causados por el neoliberalismo son una nueva forma de conquista que día a día aniquila a los pueblos; la Otra Campaña es el inicio de una nueva forma de resistencia, construida desde abajo. Una nueva forma de esperanza.

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