by Alejandro Reyes
Today, it would seem difficult to imagine the despair that drove entire villages to collective suicide during the first decades of colonization. How do we understand, from the perspective of mestizo individuality, the collective decision to die, to cease to be, before the implacable violence of a conquest that destroyed the lives, the customs, the dignity, the forms of survival, and the entire universe of the Mexican indigenous peoples? By the middle of the XVI century, the Judge Alonso de Zorita, in his Brief Story of the New Spain, told the terrible story of the Mixe and Chontal people in the sierras of Oaxaca, who decided to stop procreating in order to disappear with dignity from a world in which they no longer fit.
Stories of a distant, dark colonial past, of a brutal conquest and genocide that five centuries of history, a struggle for independence, and a revolution have supposedly overcome. But no.
In the Northern Baja California desert, well into the 21st century we listen to the story of the last Kiliwa Indians on the planet, who have decided, like their Chontal and Mixe brothers and sisters did five centuries ago, to die with dignity before being devoured by the machinery of the new form of conquest. There are only 54 members of the tribe and of those only five speak the almost extinct language. For years they have fought to preserve their lands and their forms of survival. The words of Kiliwa leader, Elias Espinoza, reiterate what the Other Campaign has heard over and over during its travels throughout the country. The changes to the constitution and the PROCEDE —an institution that permits communal lands (ejidos) to be divided and sold— make Indians lose more and more of their lands, allow capitalist pressures to turn indigenous people against one another, and gradually deprive them of their forms of subsistence.
With a shortage of land, without work, without social services —there are no schools, no health centers, no electricity— more and more indigenous people leave their places of origin in search of another life. For the Kiliwa, this means death. In the face of this, the women of the community decided to stop procreating, a gradual, collective suicide to spare their children from having to live through an even more terrible spiritual death.
We heard the story of the Kiliwa in a Cucapá community near Mexicali, where Delegate Zero and the caravan of the Other Campaign arrived this 22 of October. The Cucapá are also being pushed toward extinction. Only three communities survive —one in Sonora, one in Arizona and the one we visited— with a total of less than 300 members. The community survives through fishing, but in 1993 the waters where they fish were declared an ecological reserve. The fishing of curvina, their principle form of subsistence and an age-old practice, is now forbidden. Once again, the prohibition is a death sentence. Since 2000, and especially in recent years, the protection of the waters has become more aggressive. Armed soldiers patrol the region, confiscating any catch and destroying boats.
How can one remain indifferent to the extinction of indigenous peoples, and worse yet, to their collective suicide? How can one not be horrified by the brutality that this system inflicts on the thousands of peoples? How can we begin to understand the insensitivity of a good part of society that does not seem to care for its own people? Catering to economic and political interests, the mass media say nothing, and public opinion looks the other way.
But the Other campaign struggles from below, having as its only weapons the solidarity and creativity of those who refuse to maintain their eyes and ears comfortably closed. After consulting with the village leaders, Delegate Zero announced that during the next fishing season, from the end of February to the end of May, a Zapatista camp would be established in the Cucapá community, and asked for the presence and support of members of the Other Campaign from both sides of the border. The organizing has already begun: in meetings in Tijuana, Mexicali, San Diego, Los Angeles, Oakland and elsewhere, adherents to the Other Campaign have already begun planning the camp. The violence and the brutality caused by neoliberalism are a new form of conquest that day by day annihilates life; the other Campaign is the start of a new form of resistance, built from below. A new form of hope.
Monday, October 30, 2006
Saturday, October 28, 2006
La conquista sigue... y la resistencia
La continuación de la conquista
Alejandro Reyes
Parece difícil, hoy, imaginar la desesperación que habría llevado a pueblos enteros al suicidio colectivo durante las primeras décadas de la colonia. ¿Cómo entender, desde la perspectiva de la individualidad mestiza, la decisión colectiva de morir, de dejar de ser, ante la violencia implacable de una conquista que destruía las vidas, las costumbres, la dignidad, las formas de supervivencia y el universo entero de los pueblos indios de México? A mediados del siglo XVI, el oidor Alonso de Zorita contaba con espanto, en su Breve relación de la Nueva España, la historia de los pueblos mixes y chontales en las sierras de Oaxaca, quienes decidían dejar de procrear para así desaparecer con dignidad de un mundo en el cual ya no cabían.
Historias de un distante pasado oscuro colonial, de una conquista brutal y genocida que cinco siglos de historia, una lucha de independencia y una revolución supuestamente han superado. Pero no.
En el desierto de Baja California Norte, en pleno siglo XXI, escuchamos la historia de los últimos indígenas kiliwa del planeta, que decidieron, como sus hermanos mixes y chontales hace cinco siglos, morir con dignidad antes de ser devorados por la maquinaria de una nueva forma de conquista. Son sólo 54 miembros de la tribu, y de ellos sólo cinco hablan la casi extinta lengua. Durante años han luchado por preservar sus tierras y su forma de subsistencia. Las palabras del líder kiliwa Elías Espinoza reiteran lo que la Otra Campaña ha escuchado una y otra vez durante su recorrido por el país. Los cambios a la constitución y la institución del Procede, que permiten que las tierras comunitarias (ejidos) se dividan y se vendan, hacen que los indios pierdan más y más sus tierras, que las presiones de los capitalistas enfrenten a los indígenas entre sí, que se vayan perdiendo las formas de subsistencia. Con escasez de tierras, sin trabajo, sin servicios —no hay escuelas, centros de salud, electricidad—, más y más indígenas dejan su lugar de origen en busca de otra vida. Para los kiliwa, esto significa la muerte. Ante esto, las mujeres de la comunidad decidieron dejar de procrear, un suicidio colectivo para evitar que sus hijos vivieran una mucho más terrible muerte espiritual.
Escuchamos la historia de los kiliwas en una comunidad cucapá, cerca de Mexicali, adonde llegó el Delegado Zero y la karavana de la Otra Campaña este 22 de octubre. Los cucapá también están en proceso de extinción. Sobreviven sólo tres comunidades —una en Sonora y otra en Arizona, además de la que visitamos—, con un total de menos de 300 miembros. La comunidad vive de la pesca, pero en 1993 las aguas donde pescan se convirtieron en reserva ecológica. La pesca de la curvina, su principal medio de subsistencia y práctica milenaria, ahora está prohibida. Y nuevamente, la prohibición es una sentencia de muerte. A partir del 2000, y sobre todo recientemente, la protección de las aguas se ha vuelto más agresiva. Soldados armados patrullan la región, confiscando la pesca y destruyendo los barcos.
¿Cómo mantenerse impávido ante la extinción de los pueblos indios, y más, ante su suicidio colectivo? ¿Cómo no ver con horror lo que la brutalidad de este sistema hace con miles de pueblos hermanos? ¿Cómo explicar la insensibilidad de buena parte de la población, que ni siquiera ve a su propia gente? Al servicio de intereses económicos y políticos, los medios masivos de comunicación nada dicen, y la opinión pública se hace la desentendida.
Pero la Otra Campaña lucha desde abajo teniendo como única arma la solidaridad y la creatividad de aquellos que se rehúsan a mantener ojos y oídos cómodamente cerrados. Después de una consulta con líderes del pueblo, el Delegado Zero anunció que durante la próxima temporada de pesca, de finales de febrero a finales de mayo, un campamento zapatista se establecería en la comunidad cucapá, y pidió la presencia y el apoyo a miembros de la Otra Campaña en ambos lados de la frontera. Y la organización ya comenzó: en reuniones en Tijuana, Mexicali, San Diego, Los Angeles, Oakland y otros lados, adherentes a la Otra Campaña ya empezaron a planear el campamento. La violencia y el brutal despojo causados por el neoliberalismo son una nueva forma de conquista que día a día aniquila a los pueblos; la Otra Campaña es el inicio de una nueva forma de resistencia, construida desde abajo. Una nueva forma de esperanza.
Alejandro Reyes
Parece difícil, hoy, imaginar la desesperación que habría llevado a pueblos enteros al suicidio colectivo durante las primeras décadas de la colonia. ¿Cómo entender, desde la perspectiva de la individualidad mestiza, la decisión colectiva de morir, de dejar de ser, ante la violencia implacable de una conquista que destruía las vidas, las costumbres, la dignidad, las formas de supervivencia y el universo entero de los pueblos indios de México? A mediados del siglo XVI, el oidor Alonso de Zorita contaba con espanto, en su Breve relación de la Nueva España, la historia de los pueblos mixes y chontales en las sierras de Oaxaca, quienes decidían dejar de procrear para así desaparecer con dignidad de un mundo en el cual ya no cabían.
Historias de un distante pasado oscuro colonial, de una conquista brutal y genocida que cinco siglos de historia, una lucha de independencia y una revolución supuestamente han superado. Pero no.
En el desierto de Baja California Norte, en pleno siglo XXI, escuchamos la historia de los últimos indígenas kiliwa del planeta, que decidieron, como sus hermanos mixes y chontales hace cinco siglos, morir con dignidad antes de ser devorados por la maquinaria de una nueva forma de conquista. Son sólo 54 miembros de la tribu, y de ellos sólo cinco hablan la casi extinta lengua. Durante años han luchado por preservar sus tierras y su forma de subsistencia. Las palabras del líder kiliwa Elías Espinoza reiteran lo que la Otra Campaña ha escuchado una y otra vez durante su recorrido por el país. Los cambios a la constitución y la institución del Procede, que permiten que las tierras comunitarias (ejidos) se dividan y se vendan, hacen que los indios pierdan más y más sus tierras, que las presiones de los capitalistas enfrenten a los indígenas entre sí, que se vayan perdiendo las formas de subsistencia. Con escasez de tierras, sin trabajo, sin servicios —no hay escuelas, centros de salud, electricidad—, más y más indígenas dejan su lugar de origen en busca de otra vida. Para los kiliwa, esto significa la muerte. Ante esto, las mujeres de la comunidad decidieron dejar de procrear, un suicidio colectivo para evitar que sus hijos vivieran una mucho más terrible muerte espiritual.
Escuchamos la historia de los kiliwas en una comunidad cucapá, cerca de Mexicali, adonde llegó el Delegado Zero y la karavana de la Otra Campaña este 22 de octubre. Los cucapá también están en proceso de extinción. Sobreviven sólo tres comunidades —una en Sonora y otra en Arizona, además de la que visitamos—, con un total de menos de 300 miembros. La comunidad vive de la pesca, pero en 1993 las aguas donde pescan se convirtieron en reserva ecológica. La pesca de la curvina, su principal medio de subsistencia y práctica milenaria, ahora está prohibida. Y nuevamente, la prohibición es una sentencia de muerte. A partir del 2000, y sobre todo recientemente, la protección de las aguas se ha vuelto más agresiva. Soldados armados patrullan la región, confiscando la pesca y destruyendo los barcos.
¿Cómo mantenerse impávido ante la extinción de los pueblos indios, y más, ante su suicidio colectivo? ¿Cómo no ver con horror lo que la brutalidad de este sistema hace con miles de pueblos hermanos? ¿Cómo explicar la insensibilidad de buena parte de la población, que ni siquiera ve a su propia gente? Al servicio de intereses económicos y políticos, los medios masivos de comunicación nada dicen, y la opinión pública se hace la desentendida.
Pero la Otra Campaña lucha desde abajo teniendo como única arma la solidaridad y la creatividad de aquellos que se rehúsan a mantener ojos y oídos cómodamente cerrados. Después de una consulta con líderes del pueblo, el Delegado Zero anunció que durante la próxima temporada de pesca, de finales de febrero a finales de mayo, un campamento zapatista se establecería en la comunidad cucapá, y pidió la presencia y el apoyo a miembros de la Otra Campaña en ambos lados de la frontera. Y la organización ya comenzó: en reuniones en Tijuana, Mexicali, San Diego, Los Angeles, Oakland y otros lados, adherentes a la Otra Campaña ya empezaron a planear el campamento. La violencia y el brutal despojo causados por el neoliberalismo son una nueva forma de conquista que día a día aniquila a los pueblos; la Otra Campaña es el inicio de una nueva forma de resistencia, construida desde abajo. Una nueva forma de esperanza.
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